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Orar con la palabra de Dios- Lectio divina |
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ORAR CON LA PALABRA DE DIOS - LECTIO DIVINA
Fuente: Familia Dehoniana Autor: P. Juan José Arnaiz Écker, scj
Paso 1. Invocación al Espíritu Santo y oración de inicio
Padre, tu Hijo ya está orando por mí, pero concédeme que mi corazón se abra a Tí en una plegaria profunda, intensa, verdadera, luminosa. Mándame el Espíritu de la verdad para que entre en mí como fuego de amor. Que a través de tu Palabra me introduzca en ese amor y viva de él. Que pueda acoger los mandamientos escondidos en estos pocos versículos, que los conserve delante de ti y de mis hermanos. Amén.
Paso 2. Lectura del santo Evangelio según san Juan (14, 15, 21)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
15. "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; 16. y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, 17. el espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros. 18. No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros.
19. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros sí me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis.
20. Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros.
21. El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él".
Paso 3. Meditación
Estos versículos nos conducen al lugar donde Jesús celebró la última cena con sus discípulos: lugar de revelación, gloria, enseñanza y amor. Sentémonos a la mesa con él, inclinémonos sobre su pecho para recibir su mandamiento y prepararnos a entrar en la pasión y en la resurrección. Jesús nos promete el Espíritu Santo como presencia cierta.
Ante todo, Jesús dice claramente que el amor a Él, si es verdadero, lleva a la observancia de los mandamientos: si no hay observancia, no tenemos el amor; ella nos revela si amamos de veras o sólo creemos ilusoriamente que amamos. El don del Espíritu Santo es fruto de ese amor y de esta observancia.
Jesús promete su regreso; éste se realiza en su resurrección; los discípulos lo verán, porque Él es la resurrección y la vida. Nos revela su relación con el Padre, y nos dice que la experimentaremos en lo profundo.
Jesús pasa del "vosotros" (de los discípulos) al "quien" de todo el que comience a amarlo, a relacionarse con Él y a seguirlo. Lo que les ha sucedido a los discípulos, le sucederá a todo el que crea en Él. Jesús abre para cada uno de nosotros su relación de amor con el Padre. Sólo permanaciendo en Cristo, el Padre nos conoce y nos ama.
Este pasaje se abre y se cierra con las mismas palabras: la proclamación e invitación al amor hacia el Señor. Él ha querido prepararme, con esta lectio divina, un encuentro fuerte con el amor. Él insiste y continúa repitiendo: "Sólo el Amor". ¿Qué decido entonces? ¿Entro en esta relación tan comprometedora? ¿Escojo el Amor, o sea, la relación, el intercambio, la ofrenda de mí mismo? Jesús dice: "Si quieres..." Él no me obliga. Pero sé que me está esperando... ¿para qué tardar más?
Paso 4. Oración
Señor, estoy lleno de tí, de tu amor: reboso de gozo, de paz profunda. Tú me has amado en este encuentro a través de la Palabra. Te has dado a mí en plenitud; nada has dejado para el olvido: de mí, de mi persona, de mi historia, de mi vida. Yo soy, porque Tú eres; estás conmigo, en mí. Tú, hoy, me has hecho renacer de lo alto, me has hecho una nueva persona; yo conozco, veo y siento en mí tu misma vida. Esta es la verdadera Pascua, el verdadero paso de la muerte a la vida. ¡Señor, gracias por este amor indecible, que me sumerge, me supera, incluso me realza! Dejo aquí mi cántaro vacío, inútil, incapaz y corro a la ciudad, Señor; voy a llamar a quien Tú amas, para decirles: ¡Venid también vosotrros a conocer al Amor! Señor, una última cosa, que yo no te traicione. Si el Amor no se da, si no se comparte..., se aleja, se desvanece, se transforma en enfermedad, en soledad. Ayúdame, te lo ruego, haz que yo sea amor. A Tí que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Paso 5. Contemplación
En estos pocos versículos la figura y la presencia de Jesús emergen con una fuerza, con una luminosidad enorme. Aparece primero como el orante que reza al Padre en nuestro favor; alza las manos en oración por nosotros, así como las alza en ofrenda sobre la cruz. Jesús es aquél que no se va para siempre, que no nos deja huérfanos, sino que vuelve: "Yo volveré". Si parece ausente, no debo desesperar, sino que debo continuar creyendo que Él, verdaderamente, volverá. "¡Sí, vendré pronto!" (Ap 22, 20). Volverá y, como ha dicho nos tomará con Él, para que estemos donde Él está (Jn 14, 3). Jesús es el Viviente por siempre, el vencedor de la muerte. Él está en el Padre y está en nosotros, con una fuerza omnipotente, que ninguna realidad puede desbaratar. Él está dentro del Padre, pero también dentro de nosotros, habita en nosotros, permanece con nosotros; no hay otra posibilidad de vida plena y verdadera, para nosotros, sino en esta compenetración de ser que el Señor Jesús nos ofrece. Él dice sí, incesantemente y no se arrepiente, no se retrae. ¡Al contrario! Él nos ama, como el Padre nos ama y se manifiesta a nosotros. Se da, se ofrece, dejándose conocer por nosotros, dejándose experimentar, tocar, gustar.
Paso 6. Oración final
Rece con las palabras que le salgan del corazón en ese momento: son las mejores.
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