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Introducción, por el Obispo de Santander |
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PRESENTACION
“Contemplar el rostro de Cristo con María y como María”
El Papa Juan Pablo II, en la carta Novo Millennio Ineunte -al comienzo de un nuevo milenio- invita a todos los cristianos a mirar hacia delante, a “remar mar adentro”, a evangelizar nuevamente con eficaces programas pastorales (NMI, 15). Sin embargo –dice- es importante que lo que propongamos esté fundado en la contemplación y en la oración. Debemos contemplar el rostro de Jesucristo, el rostro del Hijo, el rostro del doliente, el rostro del resucitado, y experimentar la profundidad de su amor para conocerle, amarle, seguirle, para caminar desde Cristo y ser testigos de su amor.
El Papa, en su Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariae” –El Rosario de la Virgen María-, anima a contemplar el rostro de Cristo con María y como María. La contemplación de Cristo tiene en María un modelo insuperable. Contemplar el rostro de Cristo en compañía de María y a ejemplo de María eso es en esencia el rosario.
Contemplar con la mirada de María: una mirada interrogante, penetrante, dolorida, radiante, ardorosa, es contemplar la belleza del rostro de Cristo. Rezar el rosario es recordar a Cristo con María, anunciar a Cristo con María.
Rezar el rosario es abrirse a la profundidad del Corazón de Cristo, abismo de gozo y de luz, de dolor y de gloria, siguiendo el camino de María, mujer de fe, de silencio y de escucha; es abrirse a los misterios de la Madre de Cristo y al misterio del hombre –de todo hombre-, quien descubre en Cristo la verdad sobre sí mismo.
Meditar el rosario significa poner nuestros afanes en los corazones misericordiosos de Jesucristo y de su Madre. El Papa nos invita a confiar a la eficacia de esta oración la causa de la paz del mundo y la de la familia. Es urgente pedir a Dios el don de la paz, particularmente después del 11 de Septiembre de 2001 y de los nuevos episodios de sangre y violencia, con especial atención a la tierra de Jesús. También el ámbito de la familia, amenazada cada vez más por fuerzas disgregadoras que hacen temer por el futuro de esta institución y con ella por el destino de toda la sociedad, requiere nuestra urgente atención y oración por la familia y en familia.
Desde estas consideraciones y desde las líneas de acción de nuestro Plan de Pastoral, que invitan a la enseñanza y a la práctica de la oración, presentamos este sencillo instrumento como ayuda para orar de la mano de María, siempre, pero especialmente en este Año del Rosario, octubre 2002 a octubre 2003.
Con afecto, +José Vilaplana, Obispo de Santander. Octubre 2002.
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