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Breve Historia del Rosario Imprimir
 
El Rosario nos lleva al encuentro con Jesús en su vida oculta y pública para terminar con la ascensión a los cielos, venida del Espíritu Santo, Asunción y Coronación de María. Los Papas de todos los tiempos han alabado sus excelencias, pero de forma muy especial Juan Pablo II.
  
BREVE HISTORIA DEL ROSARIO

"No se puede recitar el Rosario sin sentirse implicado en un compromiso concreto de servir a la paz." (Juan Pablo II)


El rosario como forma de oración cuenta con una tradición de más de 500 años. Está históricamente comprobado que el 8 de septiembre de 1475, el emperador alemán Federico III hizo asentar su nombre, junto al de su esposa y al de su hijo Maximiliano, en el registro de la Hermandad del Rosario de Colonia, fundada en 1474. Además del delegado papal y de diversos obispos, numerosos príncipes del imperio y senadores de la ciudad fueron testigos de la ceremonia solemne en la Iglesia de los Dominicos de Colonia. El motivo para este gesto imperial fue el hecho de que se hubiera evitado una guerra que había estado a punto de provocar el duque de Borgoña, Carlos el Temerario.

El agradecimiento fue también el motivo de la introducción de la fiesta de la Reina del Rosario en 1572, también llamada "Nuestra Señora del Rosario", por parte del Papa Pío V, que pertenecía él mismo a la orden de los dominicos. Después del triunfo sobre los turcos en la batalla naval de Lepanto en el año 1571, el Papa decretó la celebración anual de esta fiesta. Hasta la actualidad, la Iglesia celebra la fiesta de la Reina del Rosario el 7 de octubre, día en que se libró la batalla. Después de un nuevo triunfo sobre los turcos en Hungría en 1716, el emperador alemán, Carlos VI solicitó que la fiesta del Santo Rosario fuera celebrada por la Iglesia universal.

Desde 1475, numerosas hermandades de oración ya se habían ocupado de la difusión de la oración del rosario en todo el ámbito de la cristiandad. En especial los jesuitas y los dominicos se destacaron promoviendo esta forma de oración. El dominico de Colonia, Jacobo Sprenger, fue el primero en formular los denominados "misterios" que, asociados al rezo del Avemaría, permitían reconstruir toda la vida de Jesús. Los cincuenta misterios del rosario del prior dominicano de Colonia se redujeron a lo largo de las generaciones a los quince misterios que conocemos en la actualidad. Recientemente, en el año 2002, en su Carta Apostólica "Rosarium virginis Mariae", el Papa Juan Pablo II agregó los cinco "Misterios Luminosos" al rosario de la Iglesia.

La forma de rezar el rosario adquirió diversas particularidades según los distintos países y culturas. En los países latinos, el misterio respectivo sólo se menciona una vez antes de cada grupo de diez Avemarías, en los países de habla alemana se intercala en cada uno de los rezos del Avemaría.

La utilización de un collar de cuentas está pensada para transmitir un cierto orden interno y evitar la distracción del pensamiento. Sin duda es justo que la formulación de los misterios del rosario se considere uno de los logros espirituales más importantes en el ámbito de la religiosidad popular. Se invita a los fieles a meditar una y otra vez en la oración los fundamentos más importantes de nuestra fe. El hecho de que esta meditación se encuentre enmarcada por una oración mariana, nos recuerda cada vez la estrecha relación de María con la obra de la redención de su Hijo.

SANTO DOMINGO DE GUZMÁN Y EL ROSARIO

Por Jesús Martí Ballester

Aconteció que un canónigo español de la diócesis de Osma, tuvo que viajar a Dinamarca, con su obispo, Diego de Acevedo, y cuando regresaba, se detuvo y se entregó a la predicación contra la herejía. Era Domingo de Guzmán. Agotado de tanto predicar, según la tradición, escuchó que le dijo la Virgen: «Domingo, siembras mucho y riegas poco». Esta experiencia de María, le hizo tomar conciencia de que había de orar más.

En el año 1208, la Madre de Dios enseñó a Santo Domingo a rezar el rosario y le dijo que propagara esta devoción y la utilizara como arma poderosa en contra de los enemigos de la Fe. Domingo logró convertir a unos pocos e inició la creación de una orden religiosa en Prouille, para las mujeres jóvenes convertidas. La Virgen se le apareció en la capilla con un rosario en la mano y le enseñó a Domingo a rezarlo. Le dijo que lo predicara por todo el mundo, y le prometió que muchos pecadores se convertirían. Domingo quedó lleno de celo y con el rosario en la mano, lo predicó y convirtió a muchos herejes. Las vinculaciones políticas desencadenaron una guerra. A petición de Simón de Montfort, dirigente del ejército cristiano y amigo de Domingo, enseñó a los soldados a rezar el rosario y ganaron la batalla de Muret. Como signo de gratitud, se construyó la primera capilla a Nuestra Señora del Rosario, cuyo título se le concedió tras la batalla de Lepanto.
Muchos hombres se unieron a la obra apostólica de Domingo y, con la aprobación del Papa, Domingo fundó la Orden de Predicadores, a la que le cabe la gloria de haber difundido intensa y extensamente la devoción del Rosario. Durante casi dos siglos se mantuvo el rosario como la oración predilecta.

Cuando la devoción empezó a disminuir, la Virgen se apareció a Alano de la Rupe y le encomendó vivificar la devoción y le reiteró las promesas hechas a Sto. Domingo, de que los que recen el rosario recibirán la gracia que pidan y una especialísima protección.

Y señala como frutos del Rosario, que éste será el escudo contra el infierno, que destruirá los vicios, librará de los pecados y de las herejías, que hará germinar las virtudes, sustituirá en el corazón de los hombres el amor del mundo con el amor de Dios y los elevará a desear las cosas celestiales y eternas. Que la persona que rece el Rosario no perecerá. Los devotos del Rosario no morirán sin los Sacramentos. La Virgen socorrerá en sus necesidades a los que propaguen su Rosario, que será una señal de predestinación.
San Pío V (1566) Papa Dominico, encargó la propagación del rosario a la Orden de Predicadores. Muchos Papas han sido devotos del rosario y lo han propagado con profunda convicción y confianza. Entre ellos: León XIII y Juan Pablo II. León XIII, considerado como el Padre de Europa, escribió doce encíclicas sobre el rosario, afirmó que: «El Rosario es la fórmula más eximia y excelente de oración». Insistió en el rezo del rosario en familia, consagró el mes de octubre al rosario e insertó el título de “Reina del Santísimo Rosario” en la Letanía de la Virgen. Por todo esto mereció el título de “El Papa del Rosario”. Todos los Papas recomiendan a la Iglesia el Rosario y han escrito más de 500 documentos exhortando a rezarlo. Junto a León XIII, sobresalen Pío X, Pío XI, Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II.
Leamos algunos fragmentos:
Pío X: “El rosario es un medio de los más eficaces para obtener gracias del cielo, porque es la oración por excelencia”. Pío XII: «El rosario es el breviario de todo el evangelio, meditación de los misterios del Señor, sacrificio vespertino, guirnalda de rosas, himno de alabanzas, plegaria doméstica, norma de vida cristiana, garantía cierta del poder divino, apoyo y defensa de nuestra salvación» (Carta Apostólica al Arzobispo de Manila, del 31 de julio de 1946). «La iglesia no vence con la fuerza de las armas, ni con el poder humano, sino con el auxilio divino obtenido por la oración del rosario, igual que David con su honda contra Goliat» (Ingruentium malorum). Juan XXIII decía: “Si el Papa no reza cada día las tres partes del rosario, el Papa no ha orado”. Juan Pablo II dice que el rosario es su oración predilecta y apenas le dejan solo saca su rosario y comienza a rezarlo.

LA ORACIÓN

Jesús ha dicho: “Donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20). El rosario en familia es algo maravilloso. Es un modo práctico de fortalecer la unidad de la vida familiar. Es una oración al alcance de todos. El gran apóstol del rosario en familia, Padre Patrick Peyton, llevó a cabo una cruzada a nivel mundial del rosario en familia en el Holy Cross College, Washington D.C., en enero de 1942. Hizo esta cruzada en acción de gracias a María Santísima por la restauración de su salud. De una forma maravillosa la cruzada se propagó por todo el mundo con el lema: “La familia que reza unida, permanece unida”. El Rosario es la oración de los sencillos y de los grandes. Es tan simple, que está al alcance de todos; se puede rezar en cualquier parte y a cualquier hora. El rosario honra a Dios y a la Santísima Virgen de un modo especial. La Virgen llevaba un rosario en la mano cuando se le apareció a Bernardita en Lourdes. Cuando se les apareció a los tres pastorcitos en Fátima, también tenía un rosario. Fue en Fátima donde ella misma se identificó con el título de “La Señora del Rosario”. El rosario es una oración que Pío XII llamó compendio del Evangelio, y Pablo VI Evangelio abreviado.
Los autores de la oración del rosario son cuatro, y todos eximios: Jesús, el arcángel San Gabriel, la prima de María, Isabel y la Iglesia. Entre todos han compuesto una oración contemplativa que nos traza las virtudes evangélicas de Jesús, de José y de María: el Redentor y la Corredentora, a la vez que invoca y glorifica a la Santa Trinidad, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. El rosario es pues, una oración evangélica porque saca del evangelio el anuncio de los misterios y las fórmulas principales. Y la triple división de los misterios, no sólo se adapta al orden cronológico de los hechos, sino que refleja el primitivo anuncio de la fe y propone el misterio de Cristo como fue visto por San Pablo en la carta a los Filipenses (2,6): humillación, muerte y exaltación. Con el rosario contemplamos los misterios de la Vida, Pasión y Muerte de Cristo, para sacar normas de vida y poder conseguir lo que prometen.
El rosario es una oración familiar, amena y bella, porque cuando rezamos el rosario tejemos guirnaldas de rosas, creamos un delicioso jardín que se armoniza con la Liturgia, ya que se nutre de la Escritura y, como ella, gravita en torno al misterio de Cristo.
En el Rosario nos encontramos en el corazón del Evangelio: “¡pedid y se os dará...”! (Mt 7,7). Jesús, que pasa noches en oración (Lc 6,12), nos dice: “Lo que pidáis al Padre en mi Nombre, os lo concederá” (Jn 14,13); «esta clase de demonios sólo se lanza con oración y ayuno» (Mc 9,18). Y San Pablo exhorta: «Orad sin interrupción» (Col 4,2; 1Tes 5,17). Jesús comenzó su Pasión orando en el huerto de Getsemaní (Lc 22,41). María comenzó a ejercer de Madre de la Iglesia orando en el cenáculo con los apóstoles (Hech 1,14). Y los apóstoles decidieron con alegría: «Nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra» (Hech 6,4). Así lo testifica Orígenes: “En el edificio de la Iglesia conviene que haya un altar, y son capaces de llegar a serlo los que están dispuestos a dedicarse a la oración, para ofrecer a Dios día y noche sus intercesiones y a inmolarle las víctimas de sus suplicas. Como los apóstoles que perseveraban unánimes en la oración y oraban concordes con una misma voz y un mismo espíritu” (Homilía en la Dedicación de la Iglesia).




© 1993-2009 José Luís Elizalde